miércoles, 22 de agosto de 2012

Me despierto con los ojos abiertos e inauguro la consciencia reconociendo que a veces pienso demasiado.
Cuando sonrío cambio la boca y me recuerdo que hablo repetidamente sobre mí misma.
Pensar demasiado me conduce a escribir jeroglíficos en el papel.
Ya no me sorprende que mis textos no tengan ni pies ni cerebro.
Comienzo la andanza pisando el suelo y me pregunto por la obviedad de las palabras, por la simpleza de la caja de cereales.
Desayuno con la boca llena y los bolsillos vacíos, mientras me meto en la ducha noto que me mojo y que la mente que me contiene se llena de agua fría.
Nunca viene mal en pleno agosto...

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