lunes, 3 de junio de 2013

Poemantipoema

Estúpidamente eternas,
así nos sentíamos cuando
un reloj nos golpeó
para explicarnos que
se acababa.

No más luces
desde la ventana de enfrente
no más sábanas pegadas
ni pieles
hablando su propio idioma

Nos costó primero la luz
del sol en la cara, por realista.
Y tras el salto mortal
hacia abajo y hacia adentro
nos sobró el resto.


Nunca tantos círculos
concéntricos
se me habían clavado
en las cuencas de los ojos. Nunca
había fraccionado tanto
un segundo.

Me siento otra
cuando es mi mano
la que sobrepasa el papel. Cuando
es mi mano
la que toca el cielo
y vuelve a su brazo.

(Desde la profundidad
el extremo opuesto a la cabeza
es el que golpea
con más fuerza.)

No es estúpido pensarte
hacia adentro,
gotear desde el grifo
que desintegra mi intestino. Llorar
y mojar la cama. Llorar
y acabar arrastrada a llorar
y recomponer los cachos
de intestino
que gotean en el grifo.



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