viernes, 3 de mayo de 2013

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El delirio constante es tu cabeza.
Parece que no te das cuenta cuando despiertas de un sobresalto, pero contienes agua hirviendo entre las sienes.
Agua que no quemará tus sábanas, pero te abrasa por dentro en cuanto cierras los ojos.
¿Entiendes ahora el sudor que se te acopla en la garganta? Hilos de nada te recorren la espalda,
una columna inquieta, unos dedos asidos a la vértebra descolocada. Te tiemblan las manos
cuando escondes torturas a las que aferrarte. Todo mejor que el vacío.
Te amé a quemarropa porque no te necesitaba, no creas.
No creas que la locura esconde poesía.

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