En el camino por mi columna vertebral hay agujeros de cieno.
Se me solapan las esquinas, erguidas de hierro, con todo el agua que acumulo entre clavículas
y ganas de guerra. Los días tristes son grises por los filtros de nuestras manos,
no nos engañemos. Hay cromatismos en los bucles imposibles. Y en los días imposibles. Y en las noches
imposibles.
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