Me asomo a la ventana, no pasa mucho tiempo antes de que la lagrimilla de rigor se me instale al filo del ojo.
Es triste la soledad, verdad?
La soledad desgastada, muerta
la soledad de luto y engarzada en anillos de oro
y pendientes largos, de lágrimas
arrugas y espaldas encorvadas.
Triste la soledad del anciano, triste
más triste que ninguna.
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