Remontamos el río
con la rabia propia de un prohibido sin nombre.
Las tiras de piel que nos arrancamos a bocados
se nos pegan a la carne
nos poseemos sin llegar a desearlo
sin dejar de desearnos.
Garras tempestuosas han sacado de mí
los peores llantos y los mejores orgasmos.
Nos tragamos las trabas,
para qué marearnos con la sed
si podemos ahogarnos en saliva.
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