martes, 24 de abril de 2012
A veces es raro, no? Siempre es la misma historia. Repetir hasta la saciedad las palabras prohibidas, correr hasta el borde del precipicio y, una vez allí, soltar una lagrimita, agachar las orejas, dar la vuelta y volver, con el corazón entre las piernas. Una vez tras otra, sin parar, sin avanzar, andando en círculos. Siempre es la misma historia, buscarme entre las sílabas encriptadas, adivinarme entre los silencios imaginarios, olerme, sentirme...forzarme. Y ya no sé, a veces me pierdo sin ni siquiera haberme encontrado, y por dentro me golpeo hasta sangrar, cierro muy fuerte los ojos, aprieto los dientes y me digo: NO! Pero ya debe de ser costumbre no hacer caso a nadie, ni siquiera a mí misma.
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Me sabe a sueño en el olvido del recuerdo de la orilla imposible de cruzar, me huele a hierba del laberinto que las palabras encriptadas urden para que no te encuentre, es una caricia tantas veces sentida que solamente se oye cuando nadie rompe el silencio.
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