una agradable brisa peinaba las copas de los árboles
al fondo se oía el susurro del mar.
Sinceramente el murmullo externo no me dejaba reconciliarme con una Claudia a la que hacía ya semanas extrañaba.
Me quería volatilizar, fluir con el mar y romperme con las olas, sedienta, sin temor.
Ella estaba allí, vestida de blanco, dura, rocosa. Me sonreía pero sus ojos me desafiaban, era una musa negra y distraída con tonos rojos que me excitaba hasta límites insospechados.
Creo que en algún momento me enamoré.
Supongo que son estas sensaciones que tenemos a veces, sensaciones que dejan atrás los horribles raciocinios a los que a veces nos somete(n)mos.
Supongo que supe fluir con la brisa que me besaba en los labios, me peinaba y despeinaba y me ponía cabeza abajo con los pies aún en la tierra.
Por un momento supe ser, estar, dejar de aparentar, de pensar.
Supe vaciarme y llenarme de Nada.
Creo que en algún momento creí estar mimetizada con el aire, mi corazón se rompió pero qué más daba, yo había aprendido a Volar.
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