lunes, 9 de diciembre de 2013

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Me desplazo.

Lentamente me desplazo por el suelo como una espada envuelta en llamas, poseyéndome de arriba a abajo, pasando por cada uno de mis vértices. Me desplazo hasta tu encuentro y al llegar allí comienzo a arrastrarme, me arrastro por el suelo como si miles de piedras me brotasen de la boca para ir a enloquecerte, para encontrarse con tu agua. A tu vientre me dirijo y lentamente me deslizo hasta tu espalda y tu espalda que se vuelve curva y se vuelve piel, y mis manos que se vuelven rectas y se me van a clavarse en tu carne, se me van como volando y se te enredan y me enrollan entre tus piernas.

Parar y mirar al techo, parar y sentirnos bien. Y empezar comiéndonos la locura del primer día y el miedo borrárnoslo de la piel, jugar con nuestras manos a inventar el mundo y decontruirlo entre tus piernas, con mi boca. Entre mis dientes, con tu sed. Y tentar a la suerte diciéndonos te quiero, haciéndonos sudar.

Y en esto que me alzas la cara y te como la boca, nos sudan los ojos de ganas de vernos, nos sudan los dedos de tanto llamarnos. Extiéndeme el cosmos y te regalo una estrella, todo lo que tenías que aprender ya está en tu cabeza.

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