martes, 14 de mayo de 2013

Tormenta

Hace tres años que perdí la voz, quien no tiene nada que decir habla con demasiada frecuencia.
Me pesan los dedos de las manos, es lo que ocurre cuando golpeas la pared, los escombros se convierten en tu punto de inflexión. Si alcanzas el caos ascenderás desde el subsuelo.
Cuando comenzamos a rompernos nos sentíamos inmunes, nada más lejos.
Largas noches de insomnio nos llenaron la cara de piel muerta. El estruendo de las bocas chocando como banda sonora de nuestro particular infierno.
Nos gustaba comprimirnos y comprobar cuántos golpes aguantaba nuestra espalda antes de romper el silencio; porque lo rompía, lloraba demasiado y nos reventaba la boca.
Todo en extinción, nuestros propios agobios, el momento disfrazado de eterno, trozos de carmín a caballo entre dos piernas.
Todo cuerpo cae por su propio peso, cuando noté tu pupila explotándome en la cara perdí el poco equilibrio que conservaba, vuelta a las cerillas dentro del estómago y todo nuestro alrededor enredado.
Es débil la piel débil, la violencia, suspirar como maniobra de recolocación.
A veces basta adelantar un pie para volverte eterna pero recuerda: no enloquezcas con dos portazos. La vida te tiene preparados demasiados precipicios.
Estropea el momento, ahora es el lugar, este
momento es el momento.

Todos huyen cuando el sol se hace de rogar.

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