Comes fuego, el cerebro brota la sal
camuflada entre tu trigo.
El mal, manco poder hastiado.
Congelado. Podrido entre
la estela del pudo haber sido
y no fue
nunca.
No fue más que las cavernas frías y entretalladas a hostias.
Hasta el séptimo clavijero me tuvo la madrugada, me tuvo entre sus manos y no,
ni me apuñaló ni dejó que mi mente diese la vuelta y comenzara de nuevo...
Los primeros clavos del día solo me corroboraron que sangre en copa no se sirve a fieles alimañas diurnas.
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